A mis nietos y nietas


Si a vuestro paso habéis dejado caer alguna
espina, regresad, arrancadla y en su lugar sembrad
una rosa.

Vuestra abuela que os quiere tanto...


martes, 9 de agosto de 2011

El niño que tenía dos voces

Cuentos de mis numerosas obras editadas y que, no obstante, quedan algo diruminados por  cuestiones pedagógicas. En este blog quiero recatarlos y dedicarlos de forma muy especial a mis nietos para que lean este verano y lo pasen bien con estas divertidas aventuras de los cuentos de la abu isabel

El niño que tenía dos voces
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 Pedro había cumplido ya  cinco años.
Era un niño obediente y bueno que hacía siempre caso de todo lo que le decían los mayores.
Cuando su mamá le mandaba algo, Pedro contestaba:
-Sí, mamá. Te quiero mucho y eres la más buena  y la más guapa de todas las mamás y, cuando yo sea mayor, te voy a comprar un coche de carreras.
Y le ayudaba a poner y quitar la mesa y también a tener cuidado de su hermano más pequeño que todas las cosas se las metía en la boca.
 Pedro tenía muchos amigos y jugaba con ellos en el jardín del barrio.
-Bájame la bicicleta, mamá, por favor –decía Pedro.
Y, cuando alguien le daba alguna cosa, Pedro contestaba:
-Gracias. Muchas gracias.
Y la gente del barrio comentaba:
-Este niño, Pedro, es un niño muy educado. Parece una persona mayor.
Y a Pedro le gustaban mucho los cuentos, las canciones, el cole, las películas de dibujos animados y, sobre todo, le gustaba que su abuela lo recogiera del cole y le comprara chucherías.
 Pero, un día, delante de los vecinos del barrio, que tomaban el fresco en la calle, cuando su mamá lo llamó para merendar, Pedro contestó:
-¡No quiero merendar!  ¡No me da la gana de ir! ¡Eres una mamá tonta!
Y como Pedro siempre había sido bueno y obediente, su mamá  pensaba:
 ¿Qué le habrá pasado a mi Pedro para que me conteste tan mal y tan feo? ¡Si él ha sido siempre un niño bueno! ¿Quién le habrá enseñado esas cosas?
Y  su  la mamá le dijo:
-Así no se le contesta a las mamás ni a nadie. ¿Dónde has aprendido a hablar de esa manera?
El pequeño se quedó pensativo y dijo:
-Yo no he sido mamá. Yo te quiero mucho. Tú eres muy buena y muy guapa, ¡la más guapa y la más buena de todas las mamás!
Y la mamá de Pedro lo perdonó sin hablar más de aquel comportamiento tan feo.
Pero otro día, cuando le mandó lavarse los dientes y recoger sus juguetes, de nuevo Pedro contestó  mal:
-¡No quiero! -gritaba- ¡No me da la gana! ¡Eres una tonta! ¡Yo no quiero lavarme los dientes! ¡Yo no quiero recoger los juguetes! ¡Yo no quiero cuidar más del hermano! ¡No, no, no..!
-¡Castigado! -dijo la mamá, cogiéndolo del brazo y llevándolo a su dormitorio- De ahí no vas a salir hasta que no sepas hablar con educación. ¿Quién te enseña esas contestaciones?
El pequeño se echó a llorar, al tiempo que repetía:
-¡Perdón, mamá! ¡Yo te quiero mucho! ¡Tú eres la mamá más guapa y la más buena de todas las mamás! ¡Yo no te contesto mal! ¡Yo soy bueno!
-¿Cómo? -dijo la mamá- ¿Que no me contestas mal? ¿Qué eres bueno? ¿Y qué son esas cosas que yo oigo?
-¡Sí, mamá! ¡Sí, mamá! -repetía el niño sin dejar de llorar- ¡Yo soy bueno! ¡Yo te quiero mucho! Yo no te contesto. La voz que te dice esas cosas es la voz mala. ¡Yo no la quiero! ¡Yo quiero a la voz buena que te llama guapa y que te hace caso!
-¡Es verdad! -exclamó la mamá de Pedro- ¡Mi niño tiene dos voces y yo no me había dado cuenta! ¿Quieres que hagamos una cosa? 
-¿Qué, mamá? ¿Qué vamos a hacer. Yo no quiero tener la voz mala. Yo sólo quiero la buena.
-¡Muy sencillo lo que vamos a hacer! -dijo la mamá.
-¡Ahora mismo  vamos a ponerle un buen tapón a la voz mala para que no salga más! ¿Qué te parece?
-¡Bien, bieeen…! -gritó Pedro dando saltos de alegría.
Y la mamá de Pedro, con un buen tapón en la mano dijo:
¡Cangrejos, sopa de grillos!
¡que si habla la voz mala
se le caigan los calzoncillos!
Y Pedro oyó dentro de su cabeza una vocecilla que decía:
Me voy de este niño
a prisa y corriendo
que  los calzoncillos
se me están cayendo.

Y ya nunca más Pedro contestó mal a su mamá ni a nadie porque se quedó sólo con la voz buena.
ando alguna vez se le iba a escapar la voz mala, escuchaba dentro de su cabeza una vocecilla que decía:

¡Calla, calla, chiquillo!
corre que te pillo
que como me descuide
¡adiós, calzoncillos!