A mis nietos y nietas


Si a vuestro paso habéis dejado caer alguna
espina, regresad, arrancadla y en su lugar sembrad
una rosa.

Vuestra abuela que os quiere tanto...


jueves, 22 de noviembre de 2012

Carta a mi nieto Gonzalo


 
 
(A mi nieto Gonzalo, el mayor de los ocho en su sexto cumpleaños)

Querido Gonzalo: Por fin has cumplido seis años, estás en una clase de “mayores”, juegas al fútbol y hoy has metido tu primer gran gol.
En las gradas del polideportivo, tu madre, tus otros abuelos y yo nos rompíamos las manos haciendo palmas, y tú, creyéndote televisivo, corrías por la pista imitando los movimientos y gestos de los grandes triunfadores. Era tal la dimensión del éxito que experimentabas que, incesantemente preguntabas: ¿Cuánta gente me habrá visto? ¿Y ya todo el mundo me reconocerá...? ¿Y ya soy famoso?

Doce de la noche. Hora en la que amainan los vaivenes del día y escucho los ecos nostálgicos de tu alegría y expresiones de felicidad por ese gol que de casualidad metiste y que, no obstante, para ti ha supuesto el paso definitivo a la “fama”. ¡Qué maravillosa ingenuidad la tuya, vida mía!
No obstante, los años, la gente la envidia en definitiva, a mala idea, te dispararán tal cantidad de “goles” que debes adiestrarte pronto en el arte de ser un excelente “portero” para no perder tu capacidad de lucha y dejarte transformar  en un mero, vulgar y vil jugador de malas y fuertes patadas.
Y en eso pienso, cuando tu duermes y sueñas con esta tu primera noche de campeón, y es que meter un gol en buena lid y que haya manos para aplaudirlo es cosa importante porque, a tus años, sobre todo, la autoestima crece y con ella los seres humanos se van elevando sin aristas, entendiendo que los dulces sonidos de la alabanza hay que ganarlos a pulso porque los gratuitos son monedas falsas que empobrecen y atontan al que las recibe.
Cuando tengas años para comprender, lee estas líneas que te dedico y, en ellas, estas palabras: el envidioso no es otra cosa que un ser inferior que solo se delata.
Duerme y sueña con tu “televisivo” primer gol, y sigue creyendo que el mundo entero te reconoce por él, porque, mientras así pienses, el don maravilloso de la ingenuidad seguirá palpitante en el rutilar de esos tus ojillos negros.
Al mundo, ya lo aprenderás, vida mía: nuestros triunfos le importan un bledo.
Es cierto, queridos nietos, y aprovecho esta carta que dediqué a Gonzalo, cuando tenía seis años, que todos los seres humanos deseamos ser famosos o, al menos, protagonizar algo que merezca el aplauso de los demás. Nadie quiere ser invisible y todos, en mayor o menor grado, nos creemos merecedores de la admiración de cuantos nos rodean.
No obstante, es bueno que conozcáis la condición humana y que os conozcáis a vosotros mismos. Todos deseamos la inmortalidad, el no quedar perdidos en la historia, el destacar y ser reconocidos.
Sucede que para mucha gente este legítimo deseo se convierte en una especie de obsesión, en una necesidad tan vital que están dispuestos a todo por tal de lograr ese lugar que consideran de privilegio y así llenar ficticiamente vacíos interiores y vivenciales.
Y, ¡claro! el deseo, como os digo, es legítimo, pero la fama, el protagonismo hay que ganarlo. No, no se inventa a consta de avasallar, desplazar, robar y ocupar propiedades que pertenecen a otros. Es justo y muy digno el reconocer méritos ajenos, y dice mucho de la persona que sabe, humildemente, quedar a un lado, aunque eso es algo bien difícil.
La fama, que tanto deseáis y tanto os gusta, se ha constituido en un síndrome psíquico que impulsa a muchos seres humanos a ser extravagantes, creídos, soberbios…, haciéndoles creer que son lo que realmente no son y, cuando descubren algún conocimiento o valor especial o cuando saben de ciertas virtudes, circunstancias de la vida de los demás, muchas veces, en lugar de aplaudir, descalifican y tratan de anular al auténtico protagonista.
Pero no olvidéis algo que os dice vuestra abuela con el corazón y su verdad en la mano: ¿Creéis que puede dormir tranquilo quién paga, roba o se apropia ideas, gloria que no le pertenecen?
 Seguro que no y seguro que la mayor tranquilidad, la mayor felicidad siempre os vendrá dada por una conducta correcta.   
Por todo esto, y para terminar, os quiero decir que no perdáis jamás el espíritu de superación, el deseo de ser cada día mejores, más útiles y valiosos. Así os sentiréis, al final del camino, triunfadores, auque no os haya llegado la codiciada fama. Os quiero, os quiero y os quiero.

¿Un cuentecito? ¡Vale! Ahí va 

La COMETA Y EL GORRIÓN
Una cometa presumía, ante el vuelo de un gorrión, de volar muy alto y desafiar al viento, pero, cuando éste cesó, la cometa cayó al suelo. El gorrión, humilde, se posó junto a ella y le dijo:
-Lo siento, amiga. Mis alas son pequeñitas pero mis vuelos no se deben a ningún viento.

¿Entendéis la moraleja? Seguro que sí. Ya veis: No llega más lejos el que aparentemente sube y sube, aventado por intereses ajenos que una vez que cesen, caerá sin remedio.

Llega más lejos el que logra levantar los pies del suelo con su esfuerzo y de verdad.