A mis nietos y nietas


Si a vuestro paso habéis dejado caer alguna
espina, regresad, arrancadla y en su lugar sembrad
una rosa.

Vuestra abuela que os quiere tanto...


domingo, 27 de octubre de 2013

EDUCO A MIS NIETOS Y NIETAS



Os quiero súper-educados



¡Ea, pues hoy toca una buena dosis de educación! ¡Pues sí, más que para niñeros/as, canguros/as, más que para contaros cuentos y repartiros chuchee, los abuelos y abuelas tenemos también que educaros. ¿Cómo lo veis? ¡Que no, que no quiero sermonearos, sino que aprendáis a comportaros siempre y con todo el mundo y en cualquier lugar!
Veréis, los niños, cuando empiezan a caminar solos, se caen  cientos de veces, porque ignoran que todavía sus pasos no son firmes, seguros... Pero las madres, sobre todo, con los brazos abiertos, los esperan cada paso para enseñarles a no caerse y evitar así los chimbombos.
Y eso es lo que deseo hacer yo, preparaos para que no caigáis en esa mala educación que hay por todas partes en pequeños y mayores y que, a veces, por no saber, se cometen grandes faltas.
Os lo digo muy resumido.

A los mayores, en general, y a los abuelos/as, en especial, hay que prestarle la atención debida, cuando hablan. Es horrorosa esa costumbre de exclamar, antes de escuchar: ¡que me dejes!

Los abuelos y abuelas, por lo general, han perdido con el paso de los años, oído, vista, memoria y muchas más cosas. Así que no le habléis a gritos, ni le digáis, estás sordo, estás ciego, estás empanado, etc. Bastante tienen con sus problemas y limitaciones para que alguien se los resalte y recuerde.

Siempre que veáis a un mayor  con algo de peso en las manos y notéis que le cuesta trabajo llevarlo, ofreceos a prestarle ayuda.

Si entráis o salís al tiempo que otra persona, sujetadle la puerta hasta que salga o entre.

Si estáis embebidos con los móviles y entra alguien a vuestra casa, aunque sea de la familia, dejadlo, levantaos y saludad.

Cuando estéis en un lugar público, por ejemplo, comiendo, procurad hablar bajito y sobre todo no habléis todos a la vez.

Si vais en el autobús, por ejemplo, y sube alguien que se le ve discapacitado por edad o por cualquier otra cosa, y vais sentados, cededle el sitio.

Al cerrar una puerta, evitad portazos.

Si entráis a un servicio público, y por supuesto al de vuestra casa, dejadlo como quisierais encontrarlo. Ni un pelo en el lavabo, ni un papel por el suelo…

No miréis a nadie, por mucha curiosidad que os pueda despertad, con tanto descaro que la persona afectada se dé cuenta.

Evitar toda clase de ruidos corporales delante de los demás.
Y hoy termino, pero preparaos la que os espera. Quisiera que no solo fuerais educados sino  re-fi-na-dos.
¿Qué eso qué es? Educados súper. ¿Lo pilláis?
Os quiero su-per.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Más consejitos para mis nietos y nietas




¿Os acordais de los huesos de nísperos que 
sembré en una maceta el año pasado?
Pues, mirad cómo están. Le hice la foto esta madrugada.
Para que veáis cómo para recoger hay primero que sembrar.
Ahora me siento feliz con tan  bello árbol en mi terraza.

Mis queridos nietos y nietas: ¡Pues que un plis-plas os habéis convertido en adolescentes  y que  cada vez  os importan menos la fiestas del cumpleaños y más  las interrogantes que os van  creciendo día a día y a toda prisa! 
Me alegra mucho  de que así sea, pero tendré que dejar mis cartas y dibujitos para los chiquitines de la tita Belén, pero no pienso olvidarme de vosotros, ¡qué va! En ese despertar a la vida quiero estar más cerca que nunca de vosotros, bien tratando de dar respuestas a vuestras preguntas, bien como hoy, exprimiendo en estas páginas las cosillas que he ido aprendiendo por el camino que ya es largo. Son consejitos, pero, ya lo sabéis: no me gusta ser abuela de sermones ni de dar  la lata con mis experiencias. 
Por eso, ahí están. Si queréis, "cogedlos" y si no, dejadlos. Lo importante será que un día podáis escribir vuestras mejores experiencias de vida. Os quiero.
          .................................................
                   
No caigáis nunca en la tentación de copiar cosas. Pensad que cualquier original será siempre  mejor que la mejor fotocopia.

Si alguien tiene especial fe en cualquier práctica, que no perjudica a nadie, no tratéis de demostrarle que está equivocado, aunque lo esté. Sería como robarle un recurso que le ayuda a vivir.

Si un niño/a comete un error, y es consciente de ello, pero ya no lo puede corregir, guardad silencio, porque, seguro que  ya lo ha corregido.

Cuando encontréis a un orgulloso, no discutáis con el. Será la mejor forma de que entienda el orgullo de  ser grande de verdad.

Dadle siempre al otro oportunidad de quedar bien, aunque tengáis que adelantaros improvisando una mejor interpretación.

No escuchéis  a los que hablan más de la muerte que de la vida, porque la muerte no tiene remedio; la vida, sí.

Cuando habláis, hablamos  de la gente, pensamos en los demás, y los demás, cuando se refieren a la gente, piensan en nosotros.

Coleccionad momentos. Cuando los suméis, comprobaréis que el total puede ser la única felicidad posible.

Sed conscientes de dónde ponéis vuestros pies no sea que en lugar de grabar una huella, piséis, borréis la de otro ser humano que os precedió en el camino y puede que con mejores pasos.  

Antes de juzgar al otro, deteneos unos momentos y poneos en su lugar.

!Y ya está bien, abuela! 
Ya lo sé, nietos/as. ¡Como que os ibais a quedar calladitos, so feos!

viernes, 18 de octubre de 2013

Sigo con la filosofía y mis nietos/as




 ¡Claro que tiene sentido la belleza de esta mi malva real!


CUÁL ES EL SENTIDO DE LA VIDA, ABUELA
¡Vaya con la preguntita! Pero no os preocupéis que aquí está vuestra abuela, tratando de ayudaros desde mi ordenador y desde la ventaja que me dan los años, el estudio, la comprensión y todas esas cosas que os hacen recurrir a mí en momentos de dificultad.
Bueno, pues, ¡venga! os lo voy a dar “masticadito” y todo.
En una ocasión pregunté a mis alumnos cuál pensaba que era la finalidad, el sentido de vestirnos, usar zapatos, etc. Y la pregunta, aunque parezca casi tonta, me llevó a dónde yo quería. Veréis: unos contestaron que era para taparnos el cuerpo; otros que para quitarnos el frío o el calor; otros, para evitar resfriarnos; otros, para presumir… En fin, casi tantas respuestas como alumnos.
Y os estaréis diciendo: ¿y qué tiene que ver esto con nuestra pregunta?  Pues tiene mucho que ver y vamos a verlo.
Todavía puede que no hayáis pensado que una de las más grandes tareas o aventuras que se le presenta al ser humano es la de encontrarle sentido a la vida. Puede, eso sí, que hayáis oído a algún mayor que esté de bajón, exclamar cosas como esta: ¡la vida no tiene sentido! Y con eso está queriendo decir que es algo que no sirve, que no tiene explicación, etc. Parecido, por ejemplo, al poco sentido que tendría que nos acostáramos con el mando de la tele entre las manos.
Pero la vida sí tiene sentido. Sucede que  nos corresponde a cada uno buscarlo de acuerdo con lo que individualmente somos, creemos, pensamos, etc. y si logramos encontrarlo será más útil para nosotros y para los demás, nuestro paso por el mundo. Para mis alumnas, cada una de sus respuestas  daba particular sentido el hecho de vestirnos. A ninguna se le ocurrio pensar que no tenía explicación alguna.

Es decir, resumiendo esta primera cuestión:
La vida  sí tiene sentido, pero no único, puesto que todos somos diferentes. Luego nos corresponde  a cada uno buscarlo y encontrarlo.

¿Y CÓMO SE BUSCA Y CÓMO SE ENCUENTRA?
¡A eso vamos ahora, preguntones!
Os he dicho antes que puede que todavía no os hayan asaltado interrogantes como éstas: ¿Qué vine a hacer al mundo? ¿Por qué me tengo que morir? ¿Para qué sirve vivir? ¿Por qué sufrimos dolores? Y muchas más. Y cuando esas preguntas llegan, queremos respuestas urgentes y contundentes, pero eso sí que no lo vais a encontrar. Sucede como en el ejemplo de mis alumnas y la pregunta que les hice. Ya os lo he dicho: no todas pensaban de la misma manera acerca del por qué usar ropa para cubrir nuestro cuerpo. En esta pregunta, cuál es el sentido de la vida, del dolor, de la muerte, etc. según a quién le preguntéis, tendréis distintas respuestas. ¿Os contestaría lo mismo un religioso que un ateo?, por ejemplo. ¿A que no?  ¿A qué sus respuestas tal vez no os servirían?
Es decir, a cada ser humano le toca encontrar sus propias respuestas, a cada cual le toca descubrir su propia verdad. Lo que es útil para uno puede no tener sentido para otro, y lo que es significativo para este último puede carecer de valor para el primero.
Para mucha personas, el sentido de la vida lo encuentran en acumular  riquezas; para otras, en lograr poder; para otras la fe en Dios y en otra vida; para otras, el comer y el beber, viajar, correr riesgos, conocer mundo. Para otras servir a los más necesitados en misiones y en lugares de pobreza y, ¡bueno, bueno!, el sentido de la vida, el dar respuestas a las importantes interrogantes que nos hacemos tiene  tantas respuestas como personas.
Pero también hay quién dice: ¡pegos, tonterías de los filósofos! Y prefieren no pensar y pasar de todo dándose la gran vida, la mejor que puedan,  pero, ¿sabéis que sucede? Pues, eso, que se va creando en su interior un gran vacío que, antes o después, les pasará  factura, cuando se encuentre que no tienen respuestas para  sucesos inevitables.

Resumiendo esta segunda cuestión:
El sentido de la vida se busca, tratando de dar respuestas a las grandes interrogantes que inevitablemente  nos plantearemos, antes o después, y se encuentra con el conocimiento íntimo de nosotros mismos, de nuestras capacidades, ambiciones, deseos, etc.

¿Y qué me decís? ¿Lo habéis entendido? Son muchas más las cosas que se pueden añadir pero  quiero que, al menos, aprendáis lo elemental. ¿Vale?
¡Lo sé, lo sé! Ahora, viene lo mejor, lo que más os gusta: saber qué pienso yo de todo y, en este caso, la pregunta la oigo  aquí, en la soledad de la hora y ante mi pantalla de ordenador: ¿Cuál es tu sentido de la vida, abuela? 
¡Claro que os contesto! Veréis, tal vez sea un privilegio o puede que para alguien una equivocación, pero la vida para mí está lleno de sentidos. En general,  mis hijos, mi escuela, mis libros, mis fotos… En otro orden de cosas, el aprender  constante y renovarme, el crear lo que sea, el reivindicar justicia, el estar al lado de los marginados y pobres de este mundo. De hecho, en mis tiempos jóvenes, quise ser misionera e irme por ahí lejos. Hoy estoy convencida que para eso no hay que ir ni aquí ni allí, sino mirar y ver qué sucede a nuestro alrededor y arrimar el hombro en lo que se pueda, pero lo importante para mí, siempre, ha sido encontrar  placer en las cosas pequeñas de cada día. De vez en cuando, y vosotros lo sabéis, tengo también bajones porque soy  humana, pero echo mano de mis respuestas y, ¡hala, a venirme arriba!
¡Ah! Y un sentido muy importante, vosotros, canallas, que me traéis de cabeza con vuestras preguntas y sobre todo, con el cariño que os tengo. ¡Anda que no tiene sentido la vida! Pero yo también os hago una pregunta: ¿Cuál queréis que sea el vuestro? No vale decir: Tirad los libros de texto e irnos a la playa. Eso llegará, pero ahora es lo que toca y por ahí debéis empezar a dar sentido a vuestra vida y gracias a vuestros padres que  os ayudan en todo.

sábado, 12 de octubre de 2013

Estudio y explico filosofía a mis nietos


¿Por qué le gustará a Javier saber tocar la guitarra
 y no le gustará saber algo de fotografía?


Algunos de vosotros, mis queridos nietos y nietas, habéis empezado este curso a estudiar filosofía. Os sucede lo mismo que me sucedió a mí, cuando por primera vez abrí mi libro de texto de filosofía: no entendía ni patata.
Bueno, el caso es que me llamáis por teléfono para leerme textos y que os los explique. Así que, como muchos nietos y abuelos se encontrarán en idéntica tesitura, voy a  intentar dar respuesta a las preguntas que hasta ahora llevamos en cartera.

1ª. Pregunta: Qué es la filosofía.    
Lo más sencillo sería deciros que la filosofía es amor a la sabiduría, al estudio, al saber. Y ya estaría contestada la pregunta que, fácilmente podéis encontrar en cualquier diccionario, pero quiero que sepáis algo más.
Los seres humanos tenemos todos un deseo natural que nos brota constantemente ante cualquier cosa que conozcamos o intuyamos: el deseo de saber, de entender, de preguntarnos sobre eso que hemos conocido o intuido. Por ejemplo: todos ya me habéis preguntado cientos de veces cosas como estas: ¿Existe Dios? ¿Qué pasa cuando nos morimos? Ramón, cuando tenía  cuatro añitos, me dijo un día: ¿por dónde se entra a la casita del cielo?
Preguntas que nos hacemos todos porque deseamos saber.
 Pero no todo en la vida consiste en saber, porque la vida es también deseo de hacer cosas. ¿A que siempre tenéis en la cabeza algo que os gustaría hacer o que debéis hacer?
¿Qué sucede? Pues que hay saberes que nos interesan y tratamos de profundizarlos, estudiarlos, etc. porque nos  van a servir para hacer cosas que  deseamos, pero hay otros  saberes que no nos interesan, que pensamos que no nos sirven para satisfacer nuestros deseos u obligaciones y un saber que no sirva para nada, pues que lo echamos al saco del olvido o indiferencia. Por ejemplo, si un zapatero me quiere explicar cómo se hacen unos zapatos, yo podría contestar: eso a mí no me va a servir para nada. Luego no lo quiero saber. Por el contrario, si alguien me quiere enseñar cómo conseguir mejores fotos, ¡pues que me interesa muchísimo puesto que la fotografía me encanta! Y pondría en ese saber todo mi interés. ¿Entendéis?
Algunos filósofos dicen que la Filosofía “no sirve para nada”, y seguro que vosotros también lo pensáis, pero esto es falso, porque todo, todo lo que sea saber puede servir para mucho. Veamos la siguiente pregunta.

2ª Pregunta: ¿Y para que nos sirve la filosofía?
  Aunque de momento no veamos para que nos pueden servir algunos conocimientos, como el de hacer zapatos, por seguir con el ejemplo, todo saber sirve para mucho. A lo mejor no de una manera inmediata, y desde luego, no para saber cómo se construyen las casas, puentes, zapatos, armarios, etc.  


La filosofía no trata de enseñar a hacer zapatos, ni casas, ni cosa alguna de ese tipo, pero es capaz de descubrir, y esto es muy importante, el por qué es conveniente fabricar zapatos, levantar puentes o llegar a la luna.  Quiero  decir que sin la filosofía no conoceríamos el "sentido" último del por qué de todo e incluso de aquello que aparentemente no nos  interesa, no deseamos conocer.
En fin, mis queridos nietos la filosofía nos invita, desde la razón y el pensamiento a la reflexión sobre el mundo, sobre la vida, sobre nosotros  mismo y los otros, y trata de responder de manera racional, critica, constructiva, ordenada las grandes interrogantes del hombre como las siguientes: ¿Quien Soy?; ¿Cual es la finalidad de mi vida?  ¿Para  que trabajar?
¿A qué todo eso os interesa? ¡Claro que sí! Y seguro que  os habéis hecho ya, como en el caso de Dios, esas preguntas, ignorando que  vuestros pies pisaban ya el territorio  de la filosofía.
Por eso, aunque sepamos muchas matemáticas, ciencias, etc. que nos interesan y  pueden servirnos para algo, no nos conocemos, es decir, somos unos desconocidos para nosotros mismos y no sabemos siquiera para qué hacemos lo que hacemos. Por eso necesitamos   saber, no sólo aquello que nos gusta o puede ser de utilidad material para nuestros deseos, sino saber para qué sirve el saber que aparentemente no tiene utilidad.
Bueno, pues para eso sirve la filosofía.

RESUMIENDO:
Esta dos primeras preguntas las podéis resumir de esta manera.
1ª Pregunta: ¿Qué es la  filosofía?
Es amor a la sabiduría, al estudio, al saber.

2ª Pregunta: ¿Para qué sirve la filosofía?
La filosofía  sirve para responder al deseo de saber, que brota naturalmente del ser humano y tiene el objetivo fundamental de enseñarnos a pensar, a discurrir con la cabeza, a formar criterio, a tener espíritu crítico y, por lo tanto, a tener personalidad, a saber discutir con argumentos y así evitar ser manipulados y engañados.  

Y seguiremos, mis queridos nietos y nietas. Espero vuestra siguiente pregunta y así estudiamos juntos. ¿Vale?

martes, 1 de octubre de 2013

Consejitos a mis nietos y nietas




Un dibujo gracioso para que, al menos, sonriáis.

Hoy quiero  que conozcáis algunas cositas que todos deberíamos tener presentes en nuestra convivencia con los demás, pero, que no obstante, bien por ignorancia o bien por un pisco de eso que vosotros llamáis recochineo, sin apenas quererlo, hacemos daño a los demás.
Así que, hoy, unas frasecitas mías. Más adelante más. Y ya sé que vais a decir: abuela siempre igual. 
Pero, bueno, nada me importa. Mi padre decía y repetía que no hay mejor método que el machaqueo, y yo me aprendí bien  aquella lección y es por eso que soy abuela “machacona”

Si un niño o niña os va a contar algo que ya sabéis, no lo cortéis exclamando: ¡Bueno, eso ya lo sabía!  Dejad que los demás puedan sentir que os aportan algo.

Si un niño o niña se disculpa con una, mentirijilla y conocéis la verdad, no lo descubráis. Aceptar la disculpa y evitar que se sienta humillado.

Si  un niño/a  tiene malas notas y vosotros las tenéis buenas, no os pongáis chulitos con ellos. Mejor callar y si os preguntan por las vuestras, contestar algo así como ¡bueno, no están mal!

Si un día descubrís que un niño/a  tiene un defecto físico o de familia, no preguntarle nada, ni contárselo a los demás.

Si vuestros padres se equivocan en algo,  no se lo echéis en cara. Todos nos equivocamos. Con buenas palabras decidle algo  así como esto: me parece que eso no es así. Yo lo sé de otra manera y me parece que es la más acertada.

Si un niño/a os dice que es bueno hacer una cosa, que tienes prohibida por tus padres, no tengáis miedo en decir no con la boca grande.

Si algún niño/a os insulta, no le respondáis con otro insulto. Nada indigna más al insultante que el silencio por respuesta.   

Continuara, queridos y protestantillos nietos y nietas. Lo siento