A mis nietos y nietas


Si a vuestro paso habéis dejado caer alguna
espina, regresad, arrancadla y en su lugar sembrad
una rosa.

Vuestra abuela que os quiere tanto...


domingo, 26 de mayo de 2013

De feria con mis nietos/as


26 de mayo 2013

Mis queridos nietos y nietas: Anoche, desde mi terraza, hice esta foto de la feria. A mí me parece mágica: la campiña, la feria, la ciudad, la luna llena y lo más importante: sabía, y parecía que os veía, que por allí andabáis vosotros, mirando la noria gigante, paseando en coches y caballitos, comiendo churros y patatas fritas.
Lo que no podéis ni imaginar es cuánto me gustaba a mí la feria, cuando era niña y se celebraba en mi pueblo. ¡Bueno, bueno! Al amanecer me colocaba mi vestido de gitanilla y no me lo quitaba hasta la noche. Aquella feria de mis años de niña nada tenía que ver con la feria de ahora. Como mucho, las atracciones eran unos caballitos muy perezosos, una noria muy chiquita y unas barquillas que se balanceaban haciendo  fuerza adelante y atrás. De vez en cuando, el dueño, nos daba un empujón, cuando veía que no podíamos más y se nos paraba la barca.
¿Dinero que llevaba? ¡UF! Todo un capital: una perragorda.
¿Qué eso qué es? Os lo explico: La perra gorda era el nombre que se le daba  a la moneda española de 10 céntimos de peseta. Este nombre fue dado en alusión al extraño león (al que se confundía con un perro) que aparecía en el reverso, asimismo, se le llamaba perra chica a la moneda de iguales motivos en anverso y reverso con la mitad de peso, tamaño y valor (5 céntimos). Esta moneda es una perragorda. ¿Veis el león?

PERRAGORDA

Pero en aquellos tiempos se podía comprar por céntimos. Así que una perragorda daba para diez chuches. De forma que ya os podéis dar una idea de lo que nos cundía. Lo mío eran las pipas, las chufas y los altramuces. Un día se me ocurrió gastarme cinco céntimos de una vez en algo que me gustaba mucho pero que me resultaba caro: un barquillo de canela que iban haciendo por la feria. Cuando ya lo tenía en la mano, pasó un chaval y me lo quitó. Así que me quedé con la boca echa agua y llorando.
Aquello fueron otros tiempos pero, con muy poco, éramos felices, porque saboreábamos todo por pequeño que fuera, algo que me da pena no sea así para los niños de ahora que tenéis tantas cosas que seguro que estaréis pensando que  mmenos mal que  nacistéis en tiempos mejores.
Y no quiero cansaros, pero sí deciros que los tiempos los hacemos nosotros mejores o peores, según sepamos aceptar, valorar lo que tenemos y luchar para que los que nos sigan los hereden  mejorados como os pasa a los niños, niñas de hoy día. Pero no todo queda en esto: os toca trabajar para legar  mayor fortuna.
Y mi foto de la feria de hoy me ha servido para recordar un lejano pasado, me ha servido para veros en un presente mejor y para soñaros en un futuro en el que vuestro esfuerzo haya logrado que la  gran "barca" del mundo marche de maravilla, con más justicia y amor para todos. Y ahora a bailar sevillanas: "¡Me casé con un enano, salerito..."!
-¡Qué antigua, abuela!
-¡jajaja! Lo canté a propósito esperando vuestra exclamación.
-¿Y cómo sigue, abuela?
-¡Ah!