A mis nietos y nietas


Si a vuestro paso habéis dejado caer alguna
espina, regresad, arrancadla y en su lugar sembrad
una rosa.

Vuestra abuela que os quiere tanto...


jueves, 3 de abril de 2014

Más consejitos a mis nietos/as






























Os regalo este dibujito. ¿Os gusta? Para que veáis que la abuela sigue aprendiendo.


Lo primero, algo que tenemos pendiente:  la solución del reto al que os invité el último día que  os escribí a todos pero, especialmente a mi querida Ángela que fue la interesada en saber por qué hablaba yo tanto de creatividad. La solución me la dio Javier que es un listorro: Bueno, ¿recordáis? Se había ido la luz y todo estaba oscuro sin posibilidad de encender nada, ¿qué se podía hacer para ver? Muy sencillo: abrir las ventanas porque en ningún momento he dicho que fuera de noche. ¡Jajaja! Todo es cuestión de pensar y buscar soluciones.
Y ahora vamos a unos consejitos porque, hay ocasiones que no me gustan algunas cosillas que hacéis o decís. Ya sé que sois respetuosos con todos y, por lo general, se puede decir que sois educados, pero no basta con las cuatro reglas de comportamiento básicas para relacionarnos con los demás. Hay muchas cosas que mi padre nos enseñó y yo quiero enseñaros a vosotros.
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Si alguien, con motivo o por equivocación, os llama, por ejemplo, gamberros, no contestéis con otro insulto, porque eso puede significar dos cosas: o que no tenéis mejores armas o que sois iguales al que os insultó.

Borrad de vuestro vocabulario palabras que, hoy por hoy, la gente, los jóvenes y hasta los niños, repiten como la cosa más normal del mundo. Por ejemplo: ¡hostia!,  ¡mierda!,  ¡gilipollas!, etc. La palabra –dice un escritor y filósofo francés- es mitad de quien la pronuncia, mitad de quien la escucha. Y eso significa que si llamamos, por ejemplo, tonto a un compañero, puede que lo sea pero nosotros también. Recuerdo una vez que se me escapó decir, joder, algo raro en mí, mi padre exclamó: ¡Hija, cómo desmereces con esa palabra en tus labios!

Hay otra clase de palabras, que no son lo que llamamos tacos, pero que no debéis dirigir a nadie. Por ejemplo: tonto, imbécil, idiota, etc. ¿Os gusta si alguien os las dice a vosotros? Poneos siempre en lugar de los demás.

Decid siempre la verdad, aunque tengáis que asumir consecuencias, pero la mentira, como dice un dicho popular, tiene las patas muy cortas. Y eso quiere decir que, más bien pronto que tarde, se descubre y puede que  como resultado, no solo paséis vergüenza sino que os califiquen de mentirosos para siempre.

Si encontráis algo y sabéis de quién es, por mucho que os guste, devolvedlo. Recuerdo que mi padre, vuestro bisabuelo, nos contaba que, estando en el frente –en la guerra-, se encontró una cartera con mil pesetas -unos seis Euros-, que en aquellos tiempos era mucho dinero y en vez de quedarse con ella, que buena falta nos hacía, la devolvió al capitán que extrañado por el gesto, lo calificó en un periódico de soldado ejemplar.

Nada de  llevaos cosas, por ejemplo, de los hoteles. Hay gente que se apropia todo lo que puede. Y lo mismo en grandes almacenes, etc. Hay que respetar al máximo las propiedades ajenas, aunque  sean pequeñas cosas.

Está bien que vistáis con ropa que os guste, pero siempre que sepáis guardad normas  que por estética y también por respeto,  dicen mucho de las personas que se las salta como si todo estuviera bien. Por ejemplo, ¿qué os parecería que se presentara a vuestra Primera Comunión un amigo con un pantalón  meibar? Por lo menos pensaríais que le daba la misma importancia a vuestra fiesta que al ir a la piscina o a la playa. Así, para ir al colegio, a un cumpleaños, etc. hay que procurar ir vestidos de forma que  con nuestra presencia demos muestras de respeto y solemnidad al acto que sea.
Acostumbraos a pedir las cosas, siempre, por favor y a dar las gracias, por ejemplo, al camarero que os sirve una coca cola. Nadie tiene obligación de hacer lo que nosotros podemos. ¡Ah! Y no estaría mal que si desayunáis, por ejemplo, sentado en una cafetería, al terminar, llevarais  la taza a la barra.

Y hasta aquí por hoy, pero seguiremos porque es muy importante ser personas finas, educadas que saben estar. Y hoy, y me da pena, hay poca gente así. Os quiero, feúchos.