A mis nietos y nietas


Si a vuestro paso habéis dejado caer alguna
espina, regresad, arrancadla y en su lugar sembrad
una rosa.

Vuestra abuela que os quiere tanto...


martes, 6 de mayo de 2014

Consejitos: respeto




El respeto no es sinónimo de lejanía

¿A qué la palabra respeto os parece  muy seria? Un alumno me decía una vez, de las muchas que he jugado con ellos a poner color  y adjetivo  a las palabras, que  respeto era de color rojo, ya que con ese color se colocan las señales de peligro y el adjetivo era, ese,  seria, porque  era como hablar de los mayores.   ¿A que el alumno aquel estuvo acertado? Creo que sí, sobre todo en el color porque algún tipo de indicación tendríamos que llevar presente las veinticuatro horas del día para recordarnos que el respeto nos lo podemos saltar, incluso sin darnos cuenta porque vivimos en tiempos que ese gran valor anda  prácticamente perdido. En algo, no obstante, estaba un poco despistado: El respeto no es solo cosa que se deba a los mayores, sino que, como veremos, todos, hasta el más pequeño, merece respeto.
Por eso  hoy quiero hablaros de este valor, de esa palabra roja que tendríamos que llevar escrita, os repito,  en la palma de la mano.
Cuando hablamos de respeto, lo primero que se nos viene a la cabeza, y a eso se refería el alumno, son los padres y maestros. ¿A qué sí? Bueno, pues leed para que veáis con cuantas frecuencia y normalidad faltamos todos, pequeños y  mayores, al respeto.

Por supuesto, y empezando por padres y maestros, ¡claro que hay que respetarlos! Pero, ¿cómo se respetan? ¿Callando y diciendo sí a todo aunque estén equivocados? No, no hace falta aceptar todo para ser respetuoso. Hay que tratar de escuchar, primero y después, si no estamos de acuerdo, habladlo, pero sin dar voces, insultar, etc. Por ejemplo, un padre, sin que su hijo se dé cuenta, le coge el móvil y le lee los mensajes. Ciertamente, el padre no ha respetado la privacidad de su hijo y eso está mal. Pero, cuando el hijo se dé cuenta, en lugar de gritar, insultar, amenazar, etc. lo que debe hacer es habladlo tranquilamente con su padre  y hacedle ver que eso no está bien.
Todos nos equivocamos y los padres y maestros no están libres de ello, pero siempre, siempre tenemos que hacer prevalecer el respeto. No podemos salir, por ejemplo, de la clase, exclamando por una nota que no creemos merecer, este tío es un pringao, un hijo …., etc. Con esas expresiones y gestos nos faltamos al respeto a nosotros mismos. Lo mejor es dejar pasar un tiempo para serenarnos y después, siempre, tratad de razonarlo con él.
Pero también faltamos al respeto, cuando delatamos  al compañero en alguna confidencia que nos ha hecho.
Cuando delante de los demás, en casa o fuera de ella, no evitamos  ruidos corporales como eructar, estornudar, bostezar, toser, etc.
Cuando asistimos a actos o lugares que merecen  respeto. Por ejemplo, el verano pasado, entré a una iglesia. Estaba allí sentada cuando llegó un grupo de gente en bañador, hablando a voces y riendo a carcajadas. La iglesia, tengamos fe o no, es un lugar de silencio, reflexión, etc. Luego, no quiere decir que llevemos puesto un traje de etiqueta pero sí el respeto que merece el lugar y la gente que allí hay.
Y lo mismo digo cuando comemos en lugares públicos. En la playa, y lo sabéis, hay gente que entra a los comedores de los restaurantes, en biquini, bañador o meibar. Personalmente no lo soporto. Me parece una falta de respeto tremenda.
Faltamos al respeto, cuando registramos, por ejemplo, cajones, lugares, etc. que no nos pertenecen o cuando usamos, sin permiso, posesiones, por pequeñas que sean, de otro.
Y faltamos al respeto cuando  no dejamos hablar al otro, cuando nos saltamos algún orden establecido, cuando gritamos, insultamos, etc.
También hay que ser respetuoso con los animales y con las plantas. Son seres vivos que debemos cuidar y si no nos gustan al menos respetarlos.
¿Y los padres qué? -me decía un alumno-. Mi padre me quita los Dibujos para ver el fútbol Aquel alumno llevaba razón, pero de los mayores ya me ocupo en otro lugar. Aquí tan solo contáis  vosotros.
En fin, mis niños, que ¡ojalá os sirvan de algo mis consejitos! Deseo tanto que seáis personas responsables, solidarias y conscientes de cómo debemos  ser cada día un poquito mejores, poniendo en juego lo mejor que tengamos para nuestro bien y el de los demás.
Y vale por hoy que ya está bien.