A mis nietos y nietas


Si a vuestro paso habéis dejado caer alguna
espina, regresad, arrancadla y en su lugar sembrad
una rosa.

Vuestra abuela que os quiere tanto...


miércoles, 4 de noviembre de 2015

Cosas pequeñitas para mis nietos

Queridos nietos: Un breve relato de  una de mis obras. Quiero, una vez más, que aprendáis a valorar las cosas aparentemente pequeñas pero que son  las que, casi siempre,  merecen la pena vivir y compartir. Os quiero mucho; cada vez más.


  
Si encontráis alguien que de verdad se alegre con vuestros triunfos,   
llore con vuestros dolores,
perdone y olvide vuestros posibles errores,
no dudéis en proclamarlo amigo; lo será de verdad.

AMISTAD
Allí estaba el  jardín en la espesa noche, terriblemente fría y oscura, del pasado sábado como escenario privilegiado de un cuadro tan dramático y admirable que no sólo atrajo mi atención sino que desafiando frío, oscuridad, tráfico... quise inmortalizar  en unas casi imposibles fotografías.
La historia del evento, de la que fui testigo, comenzaba hacia el mediodía: dos perros cruzaban la carretera, justo en el momento que también yo circulaba por allí. 
De repente, un coche arrolló a uno de los perros. El otro, pegado al asfalto, junto al amigo muerto, corría igual suerte, por lo que, bajándome del coche, arrastré al siniestrado animal hasta el borde del colindante jardín.  Allí quedaron los dos. Me alejé, me olvidé... Pero a la noche,  al pasar justo por el lugar, observé que el perro vivo no se había movido: seguía allí, valiente, fiel..., junto a su amigo. Yo diría que lo velaba, que lo protegía, que tal vez esperaba que se pusiera de pie y pudieran continuar su camino. 
Por entre las copas de los árboles grandes, una preciosa luna casi llena. Por la carretera, riada de coches. Sumergida en el dramático esplendor del espectáculo, apoyada en una farola, lanzaba  oscuras fotografías.
Cosas tan pequeñitas como para no gastar “tinta” en ellas, pero confieso que, como hacía en mis años de niña cuando quería llorar, hubiese deseado encontrar un refugio donde verter mis lágrimas. Sí, de niña y desde la altura de mi casa, rodeada de tejados, lloraba en la ingenua creencia  de que allí, para siempre, quedaría aquel  fluir de mis ojos, motivado por  minúsculos aconteceres.
De lo grande, si bien entre falacias, exageraciones, y malos entendidos, todo el mundo sabe: los medios de comunicación  son como vociferantes altavoces colocados  en la plaza de un pueblo pero, ¡son tantas las pequeñas grandes cosas  que pasan  desapercibidas!
Yo quiero seguir siendo  parte de todo aquello que encuentro en mi camino”.