A mis nietos y nietas


Si a vuestro paso habéis dejado caer alguna
espina, regresad, arrancadla y en su lugar sembrad
una rosa.

Vuestra abuela que os quiere tanto...


martes, 19 de abril de 2016

Vida más allá del móvil

Queridos nietos: Día, hoy,  de nubes, soledades  y dolores,  tal vez, buenas o malas noticias, pero un día, unos minutos para levantar la vista y ver al hermano que, de una manera o de otra, llama a nuestra puerta. 
En mi artículo del Diario Córdoba, hoy, un artículo que os dedico muy especialmente para que le dediquéis unos minutos de lectura y reflexión. Os quiero

DIARIO CÓRDOBA/OPINIÓN
No hay día que pase sin que oigamos por aquí y por allá los problemas que para todos, pero especialmente para los padres, tiene el uso continuo de teléfonos móviles por los hijos: vista, columna, cabeza, etc., pero, sobre todo, la adicción al móvil predispone a una gran falta de atención, concentración para el estudio e incluso trabajo y así mismo para las relaciones sociales y cotidianas con el entorno, transformando la vida de los que así actúan en auténticos autistas.
Es decir, el teléfono móvil se está apartando de su función original, la de comunicar por voz o texto mensajes necesarios que a modo telegráfico llegan a su destinatario. El ordenador, el video, el televisor... son "maquinas" nacidas para ganar tiempo, pero han pasado, como dice Galeano, a apoderarse del tiempo y, adueñarse de algo dándole un uso indebido, como bien sabemos, se puede considerar fraude.
Más allá del móvil, les decía en una charla a jóvenes ya mayores, hay vida. No todo se encierra en la pantalla de nuestro móvil en la creencia de que llevamos a cuestas lo mejor de la existencia. No, más allá del móvil hay un mundo globalizado en el que millones de seres humanos sufren toda clase de vejaciones, pobreza, enfermedades, injusticias, guerras, etc., millones de seres humanos que solo pueden ver un cielo negro de esperanzas. Más allá del móvil hay futuro por el que trabajar hoy, en el que hay que prestar ayuda, hoy, en el que hay que sembrar ilusiones, abrir caminos, traer hijos al mundo, hoy.
La vida es tan corta que, en un abrir y cerrar de ojos, se nos va, dejándonos tan solo la sombra de un absurda existencia  con la vista y la atención perdidas en la corta pantalla de un móvil y sin mover un dedo a favor  del mundo que nos rodea. ¿Qué hacíais cuando no teníais móviles? --me preguntaba un niño--. Escribíamos cartas, poníamos telegramas. íbamos a la central telefónica, hablábamos en  plazas, calles casas…  Sabíamos siempre, y ahí se encierra una trayectoria de vida,  por quién doblaban o  repicaban las campanas. Hoy, ni tan siquiera se oyen, hoy,  solo móviles.  


Un cuenteara mi abuela



                           Gracias, mi  querido Javier por este cuentecito 
tan precioso qu eme dedicaste un día. 
Así serás tú: hombre de paz y de amor por todos. Un beso muy grande.

CUENTO PARA MI ABUELA:









Javier, un niño pacificador





-Cuento de Javier Uceda Azañón-





Esto era una vez una selva donde vivían muchos animales salvajes, pero el león y el tigre se estaban siempre peleando porque los dos querían mandar.
Un día, un niño llamado Javier, que amaba mucho la naturaleza, le dijo a su amigo Carlos:
-Carlos, estoy pensando una cosa muy guay.
Y Carlos dijo:
-¿Qué cosa estás pensando?
Javier, con cara de miedo para asustar a Carlos, le contestó:
-Estoy pensando que podríamos hacer una excursión a la selva para ver a los animales que siempre los vemos en el zoológico.
-¡Bien! –Dijo Carlos- Pero a mí me da un poco de miedo.
-Eso es porque eres un miedica, pero no pasa nada. Así que prepárate que nos vamos.
Los niños prepararon una maleta con algo de ropa, bocadillos y botellas de agua y se fueron a la selva.
No habían hecho nada más que llegar cuando oyeron unos fuertes gruñidos que a Carlos le pusieron los pelos de punta de miedo que le entró.

-¡Ay, mama mía, qué miedo! –Decía Carlos- Yo me quiero ir a mi casa. ¡Me cago de miedo!
Pero Javier le dijo:
-No pasa nada. Quédate sin moverte que voy a ver que es eso.
Y Javier se metió entre los matorrales y vio a un tigre y a un león que se peleaban a muerte, mientras del cielo empezaban a caer  rayos y fuerte lluvia.
Javier, sin miedo, se acercó a ellos y les preguntó:
-¿Por qué os peleáis? Eso no lleva a ninguna parte.
El león dijo:
-Yo quiero mandar porque soy el más fuerte.
Y el tigre dijo:
-Yo corro más que tú y es por eso que  quiero mandar yo.
Javier les dijo, echándole un brazo por encima:
-Yo creo que los dos sois unos mandones. Por eso, lo mejor será que cada semana mande uno, y así los dos estaréis contentos.
-¡Es verdad! -dijeron el león y el tigre- No se nos había ocurrido. Eres un niño pacificador. Gracias.
Y Javier, muy contento, se fue en busca de su amigo Carlos que temblaba de miedo entre las matas escondido.
-¡Ea! –dijo Javier- Ya nos podemos ir. Hemos hecho una buena acción.
-¿Y no te han picado los animales? –Preguntó Carlos.
Javier, echándose a reír dijo:
-¡Qué tonto eres! ¿El tigre y el león pican? ¿Acaso tienen pico como los pollos?
Y los dos niños regresaron a sus casas felices y sin cesar de dar carcajadas:
¡ja, ja, ja, ja!
Y colorín, colorado
Javier pacificador
Al tigre y al león
Una lección les ha dado.
Y Carlos tontorrón
Pensaba que eran gallinas
El tigre y el león