A mis nietos y nietas


Si a vuestro paso habéis dejado caer alguna
espina, regresad, arrancadla y en su lugar sembrad
una rosa.

Vuestra abuela que os quiere tanto...


domingo, 23 de diciembre de 2018

Cuento de Navidad para mis nietos y nietas

 Mis queridos nietos y nietas. Se acerca la Nochebuena, la Navidad, días festivos en los qu del mundo eclosiona en compras, comidas, ruido, etc.
Creo que todo con moderación está bien, pero no  os olvidéis de la solidaridad que no es propia de una noche, de una fecha, sino algo que debemos llevar como antorcha  todos los días de nuestra vida, porque  hay ancianos solitarios, enfermos, niños que se mueren de hambre y frío, refugiados que viven en chabolas, etc. Y están ahí, cada día, y no solo  por una noche.
Os dedico un cuento que ya sabéis pero es bueno recordar.

 LA ESTRELLA DE NAVIDAD
Dos hombres, en noche oscura, caminaban juntos; tropezaban, caían, se lastimaban... De pronto, de una montaña, descendió un globo luminoso que, ante el desconcierto de aquellos  hombres, llegó hasta la tierra, posándose, justo, en medio de ellos.
-¡Hola!  -dijo una voz musical-. Soy el hada  de la luz que he venido para ayudaros. Voy a regalaros unas varitas  mágicas. Podéis encenderlas cuantas veces queráis, pero tened presente que la luz se irá gastando y puede llegar el momento  en que ya no alumbren más.
Y dicho esto, le entregó las varitas y desapareció.
Uno de los hombres exclamó.
-¡Bien! La encenderé en seguida. Tengo prisa y quiero ver bien el camino. 
El otro hombre dijo:
-Yo prefiero guardarla por si encuentro mayores dificultades.
En poco tiempo los dos hombres se distanciaron. El hombre que había guardado su luz, caminaba con precaución, y de vez en cuando se detenía y encendía su varita para ayudar a cuantos necesitados de luz encontraba en el camino.  
Sucedió que, de pronto reconoció la voz de su amigo que gritaba:
-¡Socorro, que alguien me ayude; he caído en un pozo y no tengo luz!
El hombre que había gastado su varita en ayudar a caminantes y niños perdidos, cuando fue a encender su varita para ayudar al amigo, se encontró que ya  se le había gastado; no tenía más luz. Pero, ¡milagro! El hada apareció de nuevo.
-Como has sido tan generoso -dijo- te convertiré en estrella del camino para que siempre des luz a los caminantes.
  El hada desapareció, pero el hombre, convertido en estrella, se encontró , sin saber cómo, guiando a unos Reyes Magos que iban a Belén para adorar al Niño Dios.
Así, tras su luz, encontraron al Niño, y el hombre convertido en estrella, sigue en el cielo guiando  a todos los caminantes, y cada año, vuelve a ser la estrella de los Reyes que vienen de Oriente.
 Sí, mis querido nietos  la Navidad es algo más que caminar unos días por la pasarela de las fiestas y el consumo, Navidad, ante todo, debe ser una serena reflexión acerca de cómo llegar a los demás con generosidad y amor, luz que no se agota.
              




lunes, 3 de diciembre de 2018

Carta a mis nietos y nietas

Esta mañana, en mi rutinario paseo por el jardín, como un halo que irrumpía sobrecogedor en el silencio de las horas, las campanas de San An­tonio comenzaron a doblar y,  he aquí que conocedora yo de tan singular len­guaje, busqué una vez más res­puesta al misterio de la muerte.
No obstante el evento mañanero, mi intención no es parodiaros lúgubres lances, sino rememorando precisa­mente esa solemne locución que en otro tiempo eran misivas incuestiona­bles, hablaros algo del maravilloso lenguaje de las campanas, porque la incomunicación y el silencio se han entronizado de manera innegable en nuestras vidas, acallando esta musical voz de otros tiempos,  pero, mis queri­dos niños, no siempre fue así.
Hubo un tiempo en el que las campa­nas nos convocaban a compartir toda clase de acontecimientos: fiestas, duelos, desastres, actos religiosos... Recuerdo cuantas veces el “talam, ta­lam, tam..” de un campanín nos sacaba de nuestras casas para acompañar al Santísimo por las calles en urgencias de enfermos moribundos, y recuerdo los repiques gloriosos del Domingo de Resurrección, del día de la Patrona, de los días de Primeras Comuniones, bo­das, bautizos...
Con el Ángelus, mañana y tarde, el sonido de las campanas invitaban a la oración  y recogimiento.
Era bonito contar con las campanas para casi todo: en las estaciones, en los internados, en los conventos, en las escuelas...
Mis queridos pequeños: hay  algo que a pesar del progreso, jamás morirá: el recuerdo de las cosas vividas con amor.
¡Ojalá vuestros oídos estén prestos a escuchar tantas voces como cada día se quieren  acallar  en el  cálido esce­nario de nuestro humano vivir!  Pero sobre todo  que os tornéis eco de  tan­tos sonidos como claman  piedad, jus­ticia, ternura, amor...
Ahora aquí, en esta reflexiva quietud, al alcance de mis manos, una  ingenua campanita dorada. La miro, la cojo, la agito...
Me sirve para comprobar que su voz sigue viva en mí, porque un día fue to­rrente, huracán, amor que se asentó para siempre en mi alma. 
También a vosotros os miro, os sueño, os amo y vuestras risas y lágrimas son  maravillosas voces en el horizonte de mi  universo presente.



sábado, 17 de noviembre de 2018

Las preguntas de mi nietos.


  
Hoy os transcribo,  amigos,abuelos, una de las muchas, cientos de cartas, artículos que dedico a mis hijos, nietos, amigos...  El escrito de hoy  hoy tiene como protagonista  a mi nieto Gonzalo  era muy niño: seis añitos. Hoy es el joven que me dedica esas bellas palabras de la foto.

Noche  de mucho frío. Mi nieto me acompaña. Jugamos al parchís. Con el cubilete de los dados entre las manos, mira detenidamente la casilla de la calavera. Súbitamente, pregunta:
-Abuela, ¿qué es la vida?
-La vida -le contesto un poco desconcertada- son muchas cosas: el aire, el sol, la lluvia, la alegría, papá y mamá, el hermano...
-Y tú – me interrumpe-, y mi amigo Sergio, y la prima Amalia, y los titos y Hércules... ¿Sabes, abuela que ya tengo un músculo? ¡Mira qué bola! - exclama, al tiempo que se sube la manga y  trata de forzar un pequeñito músculo.
Continuamos el juego pero sus ojillos, más bien de mirada triste, se van y se vienen sin cesar a la susodicha calavera.
-Abuela, ¿por qué se gasta la vida?
-¡Ea!, porque todas las cosas se gastan -trato de explicarle sin cesar en el juego y sin darle importancia al tema-. ¿No ves cómo se gastan las pilas de tus juguetes? ¿No ves cómo se gasta la suela de tus zapatos? ¿No ves cómo se gastan los lápices y las gomas...?   
-¡Ah..! -exclama como muy convencido-, pero, cuando nos vayamos al cielo, vamos a estar con los ojos cerrados o con los ojos abiertos?
-Mejor estamos todos juntos con los ojos abiertos y mirando las cosas que pasan, pero nos venimos pronto, ¿no abuela? Yo, aunque esté muy gastado, quiero estar con los ojos abiertos siempre...
-Sí, pequeño mío, ¡claro que estaremos con los ojos abiertos! Mira, mejor no los cerramos nunca, por si acaso. Pero eso que a ti te resulta tan sencillo y divertido, es a veces tan difícil como engordar un buen músculo. De ahí que la gente mayor viva, gran parte de su existencia, con los ojos cerrados, evadiendo responsabilidades  y compromisos. Dejan de ver la luz, y poco a poco, pierden el maravilloso sentido de la vista; se transforman en topos. Tú, mi pequeño, eres vida y  tendrás que descubrir por ti mismo todos los misterios que entraña el vivir. No olvides nunca que fuiste niño.
Vísperas, muy cercanas de Navidad. Nada mejor para relajar tensiones y ambientarnos en el auténtico y entrañable sentido de la vida que las palabras textuales de un pequeño de seis años que empieza a caer en la cuenta de que la gente se muere.

-¡Anda, abuela, ya he pasado la calavera y eso quiere decir que soy más fuerte! Como tengo un músculo y como  en la Navidad vamos a juntarnos con los titos y los primos...

martes, 30 de octubre de 2018

Adiós a las hojas. Para mis nietos

Queridos nietos y nietas: despedid a estas bellas hojas que fueron verdes, belleza y sombra en nuestros jardines y terrazas. 
Para mí, en ese color dorado, es que mueren en oro. 
Es decir, plenas de haber desempañado su papel en vida.
¡Ojalá podamos imitarlas!



¡Adiós,  hojas lindas de mi terraza!
Volveréis a resucitar nuevas, cuando llegue la primavera.

jueves, 18 de octubre de 2018

DICEN, MI NIÑO



DIARIO CÓRDOBA / EDUCACIÓN

La creatividad -ddice einstein, y yo también lo digo- es la inteligencia divirtiéndose, Y no se trata d hacer cosas distintas sino de hacerlas de otra manera.

DICEN, MI  NIÑDicen, mi niño, que eres listo, pero que estudias poco, que atiendes menos, que suspendes exámenes, que juegas en clase, que hablas, te ríes, que no te concentras, que reniegas de las tareas, que te cansas rápido de estudiar, que eres hiperactivo, que no sueltas el móvil, que eres desordenado, que eres desobediente... 
Dicen que es tiempo de ir a clase de música, baile, deportes, inglés, etcétera. Dicen que es tiempo de catequesis, tiempo de confesiones y comuniones, tiempo de madrugar, tiempo de correr que llegas tarde, tiempo de ser el mejor...
Dicen que no sabes la tablas, los verbos, los ríos, los límites de España...
¡Qué pena me das, mi niño! ¿Alguien te habló alguna vez de la felicidad? ¿Alguien alguna vez se interesó por conocer tus gustos, intereses, aficiones...? ¿Alguien alguna vez se preocupó de enseñarte a pensar, a opinar, a escuchar, a mirar y ver el mundo más allá de ese círculo de obligaciones y responsabilidades que tanto pesan sobre tus débiles espaldas e incluso sobre las mías?
¿Alguien, alguna vez, te habló de libertad, solidaridad, amor...?
Tú, mi niño, tal y como yo te veo, eres un micro universo, cuajado de estrellas que los mayores vamos apagando en la torpe creencia de que las van encendiendo.
Tú, mi niño,   eres como una pequeña planta que hay que regar, abonar, podar, limpiar de las malas hierbas, cuidar cada día y proteger de las intemperies y con paciencia esperar el fruto.
¡Qué fracaso el de la Administración que hace de ti un montón de estadísticas, de exigencias en papeles! ¡Qué fracaso el de padres y mayores que, olvidados de tus pocos años, contribuimos a ellos en lugar de revelamos y luchar por tachar de tu vida las palabras que tan mal te definen! Mi niño precioso. ¡Qué antorcha de luz y esperanza veo en la transparente inocencia de tus lindos ojos! 
Esta maestra que tanto trabajó, y tanto  lucho por hacer de ti un futuro creativo, ilusionante, preparado, capacitado para la improvisación y adaptación a nuestros tiempos y a nuestro mundo,  te dice, hoy: no te  recluyas en las posibilidades de un móvil o un ordenador, vive, mi niño, sueña, sé feliz y no permitas nunca que las manos de  malos alfareros te modelen a su gusto. 
No lo veré, pero llegará un día que emergerá la luz del juicio sensato que devuelva a los niños su condición de niños y sean ellos los verdaderos y auténticos protagonistas de la educación y no papeles y exigencias de todos que, por exceso o por defecto, se olvidan de que eres un niño,