A mis nietos y nietas


Si a vuestro paso habéis dejado caer alguna
espina, regresad, arrancadla y en su lugar sembrad
una rosa.

Vuestra abuela que os quiere tanto...


martes, 30 de enero de 2018

Día de la Paz para mi nietos


Mis queridos nietos y nietas:  para los que ya entendéis muchas cosas, quiero dejaros hoy, Día de la Paz, algunos pensamientos míos acerca de tan gran valor que deberíamos rotularnos en la frente como espejo donde puedan  vernos y verse, cuantos seres humanos encontremos en nuestro diario caminar.
¡Ojala pronto comprobéis que la paz vive en vosotros! Os quiero.

La paz no es, como se ve en las películas, la bandera blanca en un campo de batalla, la paz tampoco es rendirse por miedo ante el enemigo, la paz es, y quiero que lo entendáis bien, tener el coraje de  ganar esas batallitas  a las que la vida nos va enfrentando cada día, porque será, queramos o no, nuestro gran campo de batalla. ¿Una mala nota en el colegio os deja mal y puede que hasta os quite el sueño? Es una batallita que tenéis que ganar con esfuerzo, con estudio, con coraje.
Vivir en paz, mis queridos  nietos, tampoco en vivir de brazos cruzados viendo cómo pasa la vida, la paz es una conciencia tranquila de haber hecho y dado cada día lo mejor de nosotros y si en algo nos equivocamos o dejamos de hacer, rectificar a tiempo.
La paz  no es  una palabra que esperemos  les toque  lograr a otros y nos llegue a nosotros, la paz  es una actitud, un valor que debemos  llevar izados como antorcha  en nuestro caminar por la vida.  
Ser pacífico, no solo quiere decir ser un tranquilón de los que no se mete en nada y todo  se lo pasa por alto. Ser pacífico es, ante todo, evitar la violencia   los enfrentamientos, las palabras duras, las cabezonerías y discusiones inútiles y tantas y tanas cosas…
No olvidéis esto: Las páginas escritas en paz y amor, no hay años, ni acontecimientos que puedan borrar, porque  siempre quedan ecos de nuestro vivir y actuar grabados en el alma.
Si buscáis la paz y hay que elegir entre varios campos, no dudéis en elegir siempre el más bello: acertaréis porque la belleza no puede convivir con la maldad, mentira, hipocresía, la guerra…
Para vivir en paz no hay que venderse a nadie.  Cuando alguien nos compra, perdemos la libertad y eso quiere decir que nos cortan las alas que nos pertenecen y nos hacen esclavos suyos, luego no podremos vivir en paz porque perder la libertad es perder el mayor bien que tenemos.
Y ahora os cito unas frases de personajes célebres para que veáis cómo pensaban acerca de la paz.
·      Si quieres hacer la paz con tu enemigo tienes que trabajar con él. Entonces se convierte en tu compañero. -Nelson Mandela-
·      Lo decisivo para traer paz al mundo es vuestra conducta diaria. - Jiddu Krishnamurti-
    La paz no es solamente la ausencia de la guerra; mientras haya pobreza, racismo, discriminación y exclusión difícilmente podremos alcanzar un mundo de paz. -Rigoberta Menchú-.



jueves, 25 de enero de 2018

Carta de mi nieta Amalia


Querida abuela, hoy 24 de enero ya hace 85 años que viniste al mundo, y bendito día en el que llegaste, porque eres la persona que ha formado esta gran familia. Eres una gran madre, abuela y hermana, maestra y pongo la mano en el fuego porque también habrás sido una espléndida hija.
En estos veinte años que llevo viviendo, te recuerdo en cada uno de los momentos más importantes de mi vida. Has sido un pilar muy importante en estos años, y con el paso del tiempo me he dado cuenta la gran persona que eres, mujer luchadora y buena, a pesar de los tiempos que corrían en aquella época de tu juventud y trabajo en las aulas, Por eso, para mí eres un ejemplo de esfuerzo y constancia, porque eres lo que tú has conseguido, y así quiero ser yo, aunque creo que no llegaré a ser ni la mitad de lo que tú has eres.
Sí, abuela. un gran ejemplo a seguir, y no solo para mi, sino para todas las personas que te rodean.
Gracias por enseñarme todo lo que sé, por hacer de mi una mejor persona, por ayudarme en cualquier cuestión ya fuera literatura o filosofía, e informarte hasta del último dato para que yo pudiera sacar una gran nota.
Somos diferentes pero a la vez tan iguales, creo que eres una de las personas que mejor me conoce, sabes lo sentimental que puedo llegar a ser y sabes conseguir que me alegre aunque tú estés peor que yo. Doy gracias a la vida, por haberme dejado que te conozca y dejarme pasar todo este tiempo a tu lado, y le pido que siga manteniéndote a mi lado durante muchos años más. Que sean los 85, los 90 y los 100, porque eres una de las mujeres mas fuertes que conozco, a pesar de los problemas que se te presenten. Felicidades abuela, gracias por ser tu. Te quiero. Amalia.


viernes, 5 de enero de 2018

Noche de Reyes


                 BALCONES DE MI CASA EN ELPUEBLO


Queridos nietos y nieta: Sin entrar en el tema de la verdad o mentira de los Reyes Magos, voy a contaros cómo era este día en el pueblo en general y en mi casa en particular.
Para los niños la noche de los Reyes Magos era un delirio de cábalas. Mi padre nos hacía escribirle cartas con la expresión de nuestros deseos. A modo de anécdota citaré el año que mi carta empezaba así: “Queridos Reyes Magos, Melchor, Gaspar y Balta saresteaño”. No sé por qué mis hermanos no han olvidado el pequeño incidente ortográfico y lo cuentan y se ríen con bastante frecuencia cuando nos reunimos. Debió ser que mi padre, muy estricto con la ortografía, me hiciera repetir la carta o tal vez la ponderara como algo divertido.
Y llegaba la noche de Reyes. Mi padre era el mayor detonante de nuestros sueños, y creo que él los vivía con idéntica ilusión. Nos acostábamos temprano, previa ceremonia de colocar nuestros respectivos zapatos, bien limpios, en el dormitorio de nuestros padres, en el gran balcón cubierto, -el cierre, le llamábamos- por orden de edades. Realmente todo un espectáculo.
Comunicado con su dormitorio, estaba el nuestro, el de los siete, una gran habitación de tres  balcones a la calle, y era tal la fantasía con la que se esperaba la llegada de los Reyes que recuerdo cómo en alguna ocasión creí escuchar su mágica y sigilosa llegada y  sentir el beso que depositaban en mis mejillas.
Dormíamos poco todos los niños aquella noche porque de madrugada se producía la eclosión del gran momento: entrar y ver qué nos habían dejado. Era mi padre el que anunciaba el feliz acontecimiento: ¡Podéis entrar! ¡Ya han pasado! ¡Y cuántas cosas han dejado!
Corríamos descalzos y nos apresurábamos sobre nuestros zapatos. ¡Qué espectáculo! Cada cosa en su sitio y todo muy bien colocados y con tanto cariño que aquellas cuatro sencillas cosas, ante nuestra vista, eran auténticos regalos de Reyes.  ¡Qué alegría aquellas muñecas de cartón piedra! ¡Y aquellas cajas de lápices de colores! ¡Y los caballitos igualmente de cartón! Y los caramelos y alguna que otra chuchería. Mis padres, desde la cama, y con grandes exclamaciones de sorpresa, iban detenidamente examinando y elogiando los regalos. Y acabábamos todos en su cama felices como ningún otro día del año.
Luego en la calle, era la hora de exhibir nuestros regalos. Recuerdo cómo los niños más pobres portaban unas cestitas primorosas con algunos mantecados y perrunas. Yo los miraba con algo de pena pero creo que aquel día todos estábamos felices; ¡era un día  tan especial!
Siempre recordaré, y es mi sencillo homenaje, a Juana, cocinera de casa, con su gran moño enroscado como un frondoso nido, ojos grises y profundos, manos deformadas por la dureza de una vida de trabajos que nos contaba historias fantásticas y nos hacía soñar con un mundo de encantamientos.
Allí, al calor de la cocina, mientras preparaba guisotes o hacía pestiños y roscos de vino, en los inviernos, o en la puerta de casa entre aromas  de jazmines y damas de noche, en los  veranos, con insistencia, mis hermanos y yo repetíamos: Juana, un cuento. ¡Una historia! De risa, de magia... No, mejor de miedo. ¡Mejor, de los Reyes Magos!”
“Los Reyes Magos -nos decía, y se le iluminaban aquellos ojos pardos de mirada decrépita y profunda- llevan camellos, pajes, luces de colores, música, campanillas y, a su paso, perfuman el aire de exóticos olores traídos del lejano Oriente, y reparten regalos a las niñas y niños buenos, y dejan carbón a los malos. Carbón que huele a gasolina y azufre... Pero, ¡eso sí!: los niños deben estar dormidos.
Hoy, después de muchos años, sigo creyendo en los Reyes Magos que traen regalos a los niños buenos  como nos contaba la buena de Juana 
 Cuando en la infancia alguien siembra en nosotros un bonito sueño, no sólo echa raíces de un día, sino que, en constante crecida, se transformará en gigantesco árbol, cuyas ramas buscarán siempre la luz blanca del cielo.
Reyes Magos, sueño de todos los niños, de todos los tiempos.  Reyes Magos: Melchor, Gaspar, Baltasar... y nosotros.

Y la vida se normalizaba y todo volvía a ser idéntico en los rigores de un invierno que tenía su máximo exponente en aquel mes de enero que recuerdo con calles escarchadas, ropa tendida a la intemperie que amanecía helada, al igual que los pequeños charcos que pudiera haber por las calles